jueves, 17 de noviembre de 2016

1793- DIEGO MARÍN AGUILERA - EL ICARO ESPAÑOL

   Corría el año 1793 cuando Diego Marín Aguilera, el hijo de unos agricultores del pueblo, un pastor nacido en Coruña del Conde, provincia de Burgos, decidió que quería volar.
   Mientras en EEUU realizaban el primer vuelo en globo del país ( de 46 minutos ), nuestro buen pastor observaba el cielo surcado de pájaros volando. Quería sentirse uno de ellos.
   Ni corto ni perezoso, se puso manos a la obra. En la zona en la que pastoreaba abundaban las águilas. Observaba atentamente como extendiendo las alas estos pájaros podían pasar minutos recorriendo su zona de caza hasta dar con la presa adecuada. Mal asunto para las águilas porque algunos de ellas fueron cazadas y desplumadas por Diego para observar la forma de las alas al extenderlas ( si ya se lo que piensas, pero, en aquellos tiempos no estaban en peligro de extinción, ni existían asociaciones  en defensa de los animales, que le vamos a hacer).
   Con las ideas claras de lo que quería, se fue al herrero del pueblo, al que ya había ido con otros inventos, y le explicó como construir un armazón de hierro así como los engranajes y manivelas necesarios para hacer una máquina voladora ( si Leonardo da Vinci hubiese estado vivo, se hubiese sentido orgulloso del resultado, estoy seguro) . Después, la cubriría con plumas, y a VOLAR.

monumento a Diego Marín Aguilera en su pueblo, Coruña del Conde

   El 15 de Mayo de 1793, a las puertas del castillo del pueblo, junto con dos amigos, Joaquín Barbero y la hermana de este, ambos con caras asustadas, le observaron incrédulos. Sin embargo en Diego, la mirada fue de confianza ( la mirada de ¿un genio o de un loco?), oteando en el horizonte el momento mas propicio para aprovechar las corrientes de aire. Sin atisbo de duda, les dijo que iría volando hasta el pueblo cercano del Burgo de Osma y de alli hasta Soria, y que volvería en unos días.
   Y en ese momento miró al frente , cogió carrerilla, se lanzó  y ....y.....y.... se elevó 6 metros, sí, alcanzó altura, ante la incredulidad de sus amigos y la de algunos del pueblo que veían volar a un OVNI ( en aquel tiempo esta palabra era sustituida por la expresión "engendro del diablo").
   Nuestro héroe lo había conseguido, volaba. Surcaba el aire como un pájaro. La cara de felicidad en ese momento debió ser indescriptible. Y entonces....entonces una de las piezas se quebró, perdió estabilidad y lo siguiente es imaginable. Pero lo cierto es que pudo planear hasta el suelo, mas allá del río. Había recorrido 430 varas castellanas, o sea, 360 metros.
   La estructura, siendo de hierro, hizo que el golpe fuera fuerte, muy fuerte. Los amigos y algunos aldeanos le recogieron. Diego, mas que dolerle los huesos, lo que refunfuñaba era que la culpa había sido de la estructura de hierro que no aguantó, despotricando amargamente contra el pobre herrero. Fue avisado el médico que después de tratarle los golpes y magulladuras, le recomendó estar en cama algunos días. Y por supuesto, fue avisado el cura.
   Hasta aquí la historia de Icaro, ahora comienza la del Quijote.
   El cura después de verle convaleciente, pensó que se había vuelto loco. Ordenó a los del pueblo que desarmaran el artilugio demoníaco y los restos fueran esparcidos donde no pudiesen ser encontrados por Diego.
   El resto de la historia se reduce a las burlas y chanzas de los habitantes del pueblo cuando le veían. Algunos simplemente se compadecían de él. Todo ello le llevó a una depresión de la que ya no pudo escapar hasta su muerte 6 años después.
   Una vez mas, nuestro Icaro había caído, pero esta vez en el olvido.

Como aficionado a la numismática, acompaño este artículo con una moneda de ese mismo año, quizás algunas de ellas hubiesen sido suficientes para que Diego fuese hoy recordado como el primer aeronauta por mas gente.


8 reales de Carlos IV de 1793. Ceca de México




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